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viernes, 30 de abril de 2010

Palabras del Lic. Ricardo Bucio Mújica, Presidente CONAPRED (I parte)

CIUDAD DE MEXICO, 27/04/2010 (Texto y fotos Agustin Villalpando © Enkidu Magazine):
Siguió el turno del Lic. Ricardo Bucio Mújica, Presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED):
“Le agradezco a la Lic. Paty Santini, que a través de la traducción al lenguaje de señas mexicano, propiamente hace puentes y derriba muros. La importancia de la firma del Convenio Marco entre la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el CONAPRED radica en la trascendencia que para los ciudadanos y las ciudadanas tiene la igualdad y la no discriminación. El principio de igualdad se encuentra estrechamente relacionado con la obligación, tanto del Estado como de los particulares, de dar un trato sin discriminación a todas las personas.
“Sin duda, el derecho a la igualdad y a la no discriminación han ido evolucionando a través de la historia, siempre como resultado de demandas de grupos sociales que han estado en situación de desventaja y que han ido logrando el reconocimiento legal a su aspiración y derecho de ser tratados como iguales, es decir, sin distinciones irrazonables que los discriminen.
“El derecho ha podido erradicar la mayoría, aunque faltan muchas todavía, de las diferenciaciones entre personas a causa de las cuales se conforman privilegios, o simples distinciones, que separan y excluyen, evitando también la homogeneización de las diferencias que no toman en cuenta las particularidades.
“Hoy día, el derecho debe reconocer y utilizar aquellos factores que, basados en prejuicios, provocan desventajas sociales y establecen privilegios en favor de colectivos que por su situación de desventaja merecen recibir un trato específico para conseguir una igualdad real.
“La concepción moderna del derecho a la igualdad ha derivado de la comprensión de las propias dinámicas sociales. La discriminación histórica en contra de personas que por el simple hecho de ser mujeres, o motivada por su origen étnico o nacional, su condición social, su salud, su situación de discapacidad, su preferencia sexual, su edad, su apariencia, su religión o cualquier otra razón, ha provocado que las normas expresamente prohíban toda distinción que tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. Es evidente que al no reconocer los derechos de quienes se consideran diferentes a un determinado paradigma de sujeto social, construido culturalmente, se atenta contra la dignidad humana y tiene como consecuencia la creación de subclases de personas que quedan excluidas de una serie de beneficios de los que goza el resto de la población.
“El extremo de esta discriminación y exclusión, como nos lo ha enseñado la historia en repetidas ocasiones, desgraciadamente, es la comisión de crímenes como el genocidio, la imposición de sistemas segregacionistas o los crímenes de odio, todo ello alimentado siempre por el miedo irracional hacia la diversidad. Miedo y sinrazón están en la base del machismo, de la misoginia, de la homofobia, del antisemitismo, del autoritarismo, de la intolerancia religiosa, de la xenofobia, del racismo y de todas las fobias a lo diverso.
“Por ello, la lucha contra cualquier forma de discriminación no sólo es una lucha por la igualdad sino por la libertad y contra el miedo, como lo ha expresado el catedrático español Javier de Lucas. En cierto modo, podría decirse que la lucha contra la discriminación es idéntica a la lucha contra el miedo. Miedo frente la diversidad, miedo a la incertidumbre que provoca la diferencia, a la evidencia de que no hay verdades intocables, ni ordenes sociales predeterminados, miedo a lo que nos es ajeno. Miedo, en suma, a la libertad.
“Como una tendencia global, al miedo a la diversidad se está sumando el miedo a la inseguridad, que provoca la tentación de poner muros de todo tipo, de dividir; de crear espacios sociales y económicos exclusivos; de legislar contra las personas, como es el caso de la ley SB 1070 del estado de Arizona; y de renunciar a libertades y derechos a cambio de la seguridad.
“Todo ello es campo fértil para la discriminación, para la exclusión y la negación del reconocimiento del otro como igual y, en especial, afecta el reconocimiento de los derechos de las mujeres. En todas las sociedades del mundo y en la nuestra no es excepción, la negación del acceso a libertades y derechos fundamentales contra las mujeres sigue siendo práctica ordinaria, sigue siendo condición transversal de desventaja.
“Con o sin intención, hemos construido un país pensado en masculino. Un país donde los hombres accedemos al poder en todas sus expresiones y desde ahí abrimos pequeños espacios a las mujeres, donde los hombres tenemos mayor acceso a la justicia, a los servicios, al ingreso, a la seguridad, a la protección social, a las prestaciones laborales, a la educación y un largo etcétera.

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