Durante la presentación del libro Secularización del Estado y la sociedad, académicos, investigadores, diputados y sociedad civil debatieron en torno a la intervención de la iglesia católica en nuestro país. Una de las anfitrionas del acto fue la legisladora local del PRI Rocío García Olmedo, quien destacó que este tema de vital importancia para nuestro país debe ser discutido ampliamente en un año conmemorativo y significativo como 2010.
“En los diversos estudios e investigaciones de los 200 años del inicio de la Independencia y de los 100 años de la Revolución, los historiadores señalan la importancia de incluir también, para la reflexión, las leyes de Reforma basados en que esos hechos constituyen el principio, el tiempo eje de México en donde quedó definido el Estado republicano y laico”, añadió.
En este texto, continúa García Olmedo al realizar una reseña, los autores refieren la secularización como un proceso social y la laicidad como un proceso político. “En las páginas es abordada la evolución del liberalismo mexicano desde la primera reforma hasta el liberalismo conservador (sic) de la etapa porfirista. Al mismo tiempo, se estudia la forma en la cual quedó sellada la alianza que el gobierno pretendió ejercer al implantar al catolicismo como religión de Estado sin tolerancia de ninguna otra”.
Siguió: “aborda el asunto de la ex comunión de los masones; destaca la paradoja de que justamente la época de Reforma no es recordada como la revolución que fue. Sobresale el papel de Miguel Hidalgo como el hombre de la independencia externa, y el de Benito Juárez como el impulsor de la independencia interna con la creación de un Estado moderno”.
El documento, de 18 coautores, aborda el tránsito de los integrantes “de la iglesia católica de intolerados a intolerantes cuando olvidan que su reino no es de este mundo y se involucran en el quehacer político desde una posición privilegiada. Al mismo tiempo muestran la trascendencia de la libertad de culto como la revolución cultural más importante del siglo XIX mexicano”.
Según la diputada del PRI, hoy más de la mitad de las asociaciones religiosas son protestantes. “Eso de alguna manera indica que la iglesia católica ya no es mayoritaria; de ahí que el Estado laico implica la neutralidad frente a la propia religión y a la ideología. Recordemos que la libertad que protege la Constitución es individual y no a organizaciones”.
Bajo estas perspectivas, asume, la tarea del siglo XXI es evitar el fanatismo y la intolerancia. “Uno de los ensayos recuerda claramente que se legisla para construir el futuro, y en consecuencia el exhorto es a reforzar la libertad de convicciones éticas y filosóficas. Así entonces, el legado de la Reforma es fundamental preservarlo porque sin laicidad no existe democracia y tampoco paz social posible”.
Uno de los coautores del libro es el historiador Carlos Francisco Martínez Moreno, quien subrayó: “el nombre de dios produce en todas partes el derecho divino; y la historia del derecho divino está escrita por la mano de los opresores y con el sudor y la sangre de los pueblos. Era el día 7 de junio de 1824, y así interpelaba Ignacio Ramírez desde la tribuna del Congreso a nuestro pueblo sumido en la ignorancia y el fanatismo”.
En el mismo siglo, agregó en su intervención, Pío X, “monarca en funciones de Papa, afirmaba que era conforme al orden establecido por dios que en la sociedad haya gobernantes y gobernados; patronos y proletarios; ricos y pobres; sabios e ignorantes; nobles y plebeyos. Esa concepción de la sociedad es incompatible con los principios de la República. Aristóteles, en el libro primero de la política, afirmó que el esclavo era por naturaleza esclavo. Sin embargo, Pío X en el siglo XIX aseguró que los pobres son así por mandato divino”.
Compartió una “reflexión histórica sobre el prejuicio de la intromisión de intereses políticos encubiertos como religiosos. Primero: el Estado laico es la condición de posibilidad del ejercicio libre de lo religioso, y no como pretende sostener, con fines contrarios, la imposición del ateísmo, de la irreligiosidad o de la anti religión. Dos: sólo con una sociedad secularizada puede darse cabal cumplimiento a los fines de una República que se dice fundada en la soberanía popular”.
Tercero: “nuestra historia recuerda que hay un riesgo inminente en caso de permitir nuevamente la intromisión de intereses políticos internos o externos que quieren hacerse pasar como prescripciones suprahumanas con potestad superior a la de la soberanía popular, cuya fuerza únicamente radica en la ignorancia y el fanatismo con el que de manera demagógica se dirige a clientelas políticas”.
Uno más: “debe redoblarse el esfuerzo del Estado mexicano para atender a su obligación de sentar las bases de la secularización de la sociedad mediante la educación”. Quinto: “es necesario hacer conciencia que es un error de comprensión o una postura de intereses contrario a la República, presentar el problema de la supremacía del Estado laico sobre la iglesias como un asunto religioso; y no como lo que en realidad es, un conflicto de índole político”, argumentó Martínez Moreno.
Cerró el análisis de la siguiente manera: “El Estado mexicano secularizado resguarda la libertad absoluta de conciencia, de creencia y de culto de los fieles de cualquier iglesia, pero es incompatible con los intereses políticos de la monarquía del Vaticano. Y por tanto, sus miembros no pueden intentar imponer su agenda en la República”.
Sugiere que “quizá ya no debemos seguir hablando de la relación iglesia–Estado porque confundimos a los ciudadanos. Probablemente con urgencia es necesario distinguir cuándo nos referimos a los actos políticos de un clero fiel a los intereses extranjeros del Vaticano, y cuándo hablamos de la garantía de la que se goza al interior de nuestra República, de ejercer el derecho inalienable de todos los fieles de todas las iglesias, de practicar su culto y sostener sus creencias religiosas. De esa manera, el problema no es con los fieles católicos, es más bien con el clero político que los dirige”.
Las complicidades
La doctora en historia Patricia Galeana es una de las responsables del libro presentado. Y comentó: “no podemos hablar de 200 años en México sin recordar a este movimiento, el de Reforma, que aunque no se llame revolución fue una época de grandes proporciones, puesto que acabó con las estructuras que habían subsistido desde el régimen colonial de un Estado confesional. En esta línea histórica instauraron un Estado laico que dio fin a una sociedad estratificada y corporativa para dar paso a una sociedad civil”.
Bajo este contexto, conversó sobre “lo que podemos llamar el movimiento cultural más trascendente del siglo XIX mexicano: el superar la intolerancia religiosa y permitir la mayor de las libertades que es justamente la de pensamiento”.
Actualmente, admitió, los dirigentes católicos mantienen al Estado mexicano en una situación de “duda” sobre la laicidad. “En nuestro país hemos tenido a una sola iglesia mayoritaria y excluyente de todas las demás desde la conquista española hasta las leyes de reforma. Este tránsito de una cultura intolerante a una que permite la diferencia de las ideas, dejó huellas en el espectro nacional.
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