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jueves, 12 de agosto de 2010

Nosotras parimos, nosotras decidimos”

 
Esta frase se convirtió en los últimos años en una bandera de lucha que identificó a distintos colectivos feministas españoles por el derecho de las mujeres a elegir sobre su cuerpo y sexualidad. Este movimiento reivindicador del aborto libre y gratuito se expresó pacíficamente en diversas ciudades del viejo mundo sin quedar exento de provocaciones y agresiones físicas y verbales contra sus manifestantes, a quienes se lanzaron todo tipo de insultos como el de “putas”, “zorras”, “feminazis”, “asesinas” hasta “ojalá tu madre hubiera abortado”. 
 
A pesar de que algunos países han legislado en algunos aspectos sobre el tema del aborto y la diversidad sexual, en México las relaciones sexuales, la familia, el matrimonio, la reproducción coital o asistida y la adopción, pasan por un proceso de cambio pero para que todo siga igual, por así convenir a los intereses de los poderes fácticos. Se cree que despenalizar el aborto se convertiría en una práctica deportiva a pesar de que muchas mujeres que se enfrentan a un embarazo no deseado, la maternidad representa una experiencia impuesta por los patrones culturales que prevalecen en nuestra sociedad. 
 
Los eufemismos utilizados a favor y en contra del aborto se han perdido bajo el estruendo de los tambores de una guerra que exhibe una lucha encarnizada de palabras en pos de la victoria del lenguaje para imponer ideas aunque algunas de éstas sean razonablemente inaceptables. 
 
Se afirma que los colectivos feministas que pugnan por despenalizar el aborto se oponen a que se ofrezca información y apoyo integral a las mujeres embarazadas para que aborten sin posibilidad de elección y que el aborto no sea libre sino obligatorio. Con ello la mujer vencería su miedo ancestral por el control de su cuerpo y sexualidad sin el permiso de los hombres. Antes de reconocerse diferentes al género masculino, prefieren matar y que todas las mujeres lo hagan. A éstas recurrentes falacias, tan utilizadas por los grupos pro vida y organismos confesionales, se le adereza la absurda idea de que el machismo despiadado, ejercido por las feministas radicales, busca borrar el más leve asomo de su propia naturaleza femenina hasta el grado de odiarse a sí mismas si salen embarazadas. 
 
Existen voces que consideran que el aborto no puede ser planteado como un derecho que tenemos las mujeres para decidir sobre nuestro cuerpo. El aborto, según ellos, debe ser considerado una alternativa para quienes no tienen otra opción que terminar con su embarazo que muchas de las veces es deseado. 
 
Las mujeres, cualesquiera que sean sus creencias y sus circunstancias tienen derecho a decidir si se embarazan o no, más allá del método de fecundación. 
 
Los pocos católicos confesos que defienden abiertamente el aborto como la Asociación de Católicas por el Derecho a Decidir sostienen que su postura no va en contra de favorecer la vida ni desconocer la objeción de conciencia. Pugnan por políticas públicas de adopción, información y prevención, así como efectivos planes de apoyo a la maternidad. 
 
Los defensores de la vida desde la concepción, connotados religiosos disfrazados de antropólogos, médicos y periodistas, confunden a su conveniencia legalización con despenalización y advierten que “no dejar nacer a seres humanos es matar el futuro de la sociedad.” Argumentan desde la óptica de la Genética, Biología Celular y Embriología que existen sobradas evidencias científicas de que la vida empieza en el momento de la fecundación. 
 
En 18 de los 31 estados existentes en el país, las mujeres que interrumpen su embarazo pueden ser tratadas como criminales y para ellas están prevista multas y cárcel. El año pasado  más de la mitad de las entidades federativas de la República legislaron contra el derecho de las mujeres a ejercer la maternidad libre y voluntaria y las normas jurídicas introdujeron el concepto de «proteger la vida desde el momento de la fecundación», para convertir en delito el aborto y castigar la actuación de los profesionales que lo realicen. 
 
El debate tendrá que continuar a pesar de ello y pugnar por despenalizar el aborto no significa defender a los que no matan pero dejan matar.

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